Tatatatán...)
VILLA VAGINA
Por Armando Catalano.
El galope ligero de Amorave, mi noble corcel compañero de mil y un conquistas de distinta índole, me condujo sin mucho esfuerzo a Ciudad Almagro, habida cuenta que La Asociación de Criadores de Caballos de Paso de esa comarca me había rogado otorgar los servicios de mi equino a fin de inseminar a sus magras yeguas, las cuales languidecían a falta de un semental de mayor lustre. Entre terratenientes o amantes del noble arte de la equitación, estos pedidos son sentidos como la súplica de un retoño hacia su madre en pos de pan o leche, en tanto la sola idea de contemplar una estepa, una hacienda, sin briosos potros haciendo trepidar la tierra es tan vomitiva como imaginar a una fémina con pretensiones intelectuales.
Camino a mi destino me topé _ además de con aborígenes medrosos envueltos en graciosas prendas de evocación hispana _ con un curioso cartel, el mismo que decoraba diversas estancias y columnas del pueblo. Era un letrero ciertamente provocativo, particularmente para un caballero como yo, acostumbrado a comparecer en fiestas galantes y citas furtivas donde la presencia de jóvenes beldades es una realidad persistente. El deliciosamente impúdico anuncio proclamaba la fundación de una Villa Vagina ese sábado a las siete y media de la noche en la Acrópolis Cultural de la urbe y aún sorprendido _ pero encandilado _ con la convocatoria a la venusina fiesta cabalgué dichoso hacia mi primer paradero.
La amabilidad de los aristócratas de Ciudad Almagro es ciertamente distinguida, no obstante un poco velado servilismo que finalmente no opacó mi comodidad. Cuando me dijeron que el ritual de apareamiento ecuestre se desarrollaría al día siguiente, después del almuerzo, sonreí gentilmente, expresando con mucho tino que ello me permitiría conocer mejor la localidad. Y así lo esperaba; conocerla, comprenderla, ¡gozarla! merced a lo más representativo de una nación o feudo: sus mujeres.
Mi reloj de bolsillo de ébano con manecillas de marfil (y números de oro) indicaban ya las siete en punto de la noche. Montando al hermoso Amorave, exclamé el épico ¡A LA CARGA!, sentencia aprendida de mi padre, la misma que anunciaba una campaña pródiga en conquistas territoriales e hímenes rasgados. Por Júpiter, ¡estaba emocionado!
¿Cómo serían las nativas de la ciudad? ¿Qué recuerdos guardaría de las almagristas? ¿Tendrían los pechos altivos y la delicada cintura de las mestizas de California? ¿La tez bronceada junto a la grácil silueta de una incondicional mora? ¿O la voluptuosa delicadeza de una florentina? ¿Sus rostros irradiarían ensueño como las bambolinas de Venecia?
¡Oh, cáspita, merluza, esturión y marañón! ¡Áulicas evocaciones sicalípticas se agolpaban en mi mente mientras el devoto rocín jugueteaba con el céfiro en una lírica disputa por cotejar quién era el auténtico señor de la presteza! Más, raudo como el pensamiento de un dios heleno, me condujo hacia los umbrales de la ciudad, aligerando el trote lo cual me permitió volcar el consagrado esputo en la acera una vez ingresé a las suaves sombras de la metrópoli. Sospecho que mi flema alcanzó a un nativo a juzgar por el bulto súbitamente movedizo que recibió el gargajo. Enaltecí el día de aquel indígena, pensé sonriendo mientras limpiaba mis labios con un pañuelo finamente bordado.
La roña, inerte y viva, de las avenidas circuladas no fueron suficientes para aminorar mis deseos vaginales. Sabido es que lúbricas cofradías o mancebías de sofisticación exasperante son halladas una vez el viajero a cruzado parcelas marranas. Así que con ánimo mediciano proseguí el sendero, consiguiendo columbrar, finalmente, el liceo de las artes donde habría de llevarse a cabo el saturnal.
Desmonté cuidadosamente y alisé mis ropas. Apenas terminé de atar al percherón en el poste contiguo, un repentino presentimiento me dijo que hubiera sido mejor quedarme en las instalaciones de La Asociación indicando a Amorave cómo montar a las potrancas, a juzgar por el adefesio arquitectónico que se levantaba frente a mí. Pero ¡qué diantres! ya sabemos como son los artistas de estos días. Son capaces de ver bóvedas sixtinas en las evacuaciones de un churumbel. Además, lo esencial de ese instante no se encontraba en una disertación sobre tal o cual vanguardia, lo imperioso, esta noche, radicaba en la frescura y fragancia de resbaladizas vulvas.
¡Venid, pues, desterradas hijas de Eva! exclamé en mi fuero interno al ingresar al recinto; ¡congréguense jubilosas alrededor del pecho del gentilhombre que os recibe con los brazos extendidos! ya mi impetuoso campeón sabrá burlar los dorados botones de estas calzas, inaugurando así una velada de heroico desenfreno…
Pero… ¡pardiez! ¿Cabría la posibilidad de un lamentable timo? Si aquel espacio fungía de cobijo para bufones y demás ralea abyecta… ¿las mozas ahí presentes serían dignas de saciar la lascivia de un cruzado o por el contrario, harían añicos la concupiscencia del más volcánico, cual grayas o gorgonas de trazas contrahechas?
La alegría, barahúnda y sensualidad inherentes a un áureo bacanal no eran percibidas por ningún lado. Un sorpresivo tufo pedagógico asaltó mis napias al tiempo que, taxativamente, establecía una atmósfera nada halagüeña para quien busca un rato ameno. Aprensivo como pocas veces me descubrí, caminé lentamente sólo para volver a toparme con el cartel que tanto me había entusiasmado horas atrás.
¡Serán hideputas! ¡¿Qué vil celada era esta?! ¡¿Qué insidioso intelecto había tramado la farsa en la cual me encontraba inmerso?! ¡¿Qué son esas condenadas letras que anteriormente pasaron desapercibidas?! ¡¿Poesía femenina?! ¡¿Poesía femenina?! ¡¿Qué rabioso alienado pudo ser capaz de ciscarse en el sentido común y la vergüenza _ propia y ajena _ como para montar una mamarrachada semejante? Para conjurar a las musas se requiere un buen puñado de características exclusivas a la raza fálica como son la capacidad de abstracción, lucidez y diligencia para pillar la palabra certera, ¡profundidad en la intención literaria! ¿Pueden las hembras jactarse de poseer algo más profundo que no sea el sueño?
Seguí transitando por los pasadizos de la casona y descubrí a una señorita de faz patatil y maltrechas antiparras ofreciendo una suerte de entrevista a unos elementos de rasgos humanoides. La damisela denotaba cierto incordio, asemejándose de alguna manera a una cría que no ha sido invitada al convite de sus amiguitas. Casi promueve en este escriba lastimera ternura pero ¡ah, cómo son Los Hados! en aquel periquete empezó a recitar coplas de su cosecha y, por la columna de Trajano, fue como si legiones de microscópicas saetas voladoras iniciarán la invasión de mis pabellones auriculares. Era obvio que la damita padecía severos trastrueques, incitadores de labia babieca.
Resignado a la ausencia del mejor libertinaje, busqué, a modo de desquite, el salón donde los ovarios declamarían sus histerias. Tal vez algún alma verbenera hubiese surtido, humildemente, el aposento con morapio y empanadas que mitiguen la negación de todo éxtasis.
PERO NADA.
Al penetrar en el ¿paraninfo? donde el evento habría de desarrollarse, descubrí a un público de ojos aburridos y simulada expectación. Horas después me enteraría que esos monigotes eran la asistencia crónica a este tipo de farsas. Endogamia acicalada con escaso ingenio, en el mejor de los casos. Cogí un programa y tomando asiento en la zona posterior esperé lo peor.
Un garabato antropoide cuyos esfuerzos por aparentar la sofisticación e ironía típicas de un dandy terminaban confiriéndole mayor simionismo soltó un conato de introducción. Inmediatamente me pregunté dónde estaría su organillero. En fin. Acto seguido, El Estereotipo de una Lesbiana subió al proscenio y expectoró un sancochado hembrista sólo disfrutable por mononeuronales castrati y damas que no han tenido la fortuna de albergar en sus úteros las tizonas de carne de algún hombre íntegro, debiendo soportar, en su lugar, a subhumanos henchidos de agua con sarro en vez de SS (semen solar).
¡Pero por Hiperión!! ¡¿Es que no se hallaba flameando ni un hálito del Toboso?!¡¿Acaso era inútil esperar un solo destello clitorial de la casa Portinari?! ¡Uno viene dispuesto a abrazar ígneas hetairas y se tropieza con maníaco-depresivas de libídine devastada!
Y como digo, no es que esperara cándidas Capuleto u Ofelias propensas al desvarío, pero tampoco el absoluto desamparo estrógeno de estas comadres circulando cual desfile de modas en hospicio a punto de quebrar.
A saber: India de La Pampa, Carlota Vende Cajas de Limas, Elena sin H ni Troya, Motocross y Nevera para Wafers (¡vaya nombres que detentan estas mozas!) no son precisamente subyugantes clonaciones de Safo o Sor Juana Inés de la Cruz, por lo que sus declamaciones, pretendidamente turbadoras, no desentonarían en lo absoluto al pie de un recetario de juguete incluido en añejas líneas de Barbie.
Alicia en el País de las Velas proyectó lo que al parecer es el dvd que le compró a su gato y Avenida Larco junto a Tilde a La Granadilla farfullaron somníferas coplas a sus trompas de Falopio apenas encubiertas en un tapiz rematadamente gilí. Por cierto, a esta señorita, Avenida, la poesía ha abuelizado considerablemente. Es como si el buscar un sitial en aquella camarilla de bufones del verso hubiérale pasado factura en forma de patas de gallo y toda clase de achaques.
¡BASTA POR MONTECRISTO!!
Niñas, ¿qué os sucedió? Vamos, llorad si es vuestro deseo en el hercúleo torso de este bravo y narrad vuestras aflicciones, aquellas que las llevaron a repudiar el garbo y la coquetería innata de las bellas para naufragar en el desharrapado universo villavaginal; ya mis cálidos ósculos y carantoñas sabrán premiar la triunfante diáspora de vuesas mercedes, cuando provocadoras y sumisas abandonen las cadenas hermafroditas que las han confinado al denuesto de mi especie.
¡Eureka! ¡La música!
El arte supremo por antonomasia, la dulces y diáfanas notas que las rescatarán de las mazmorras dentovaginistas; ¡UNA BUENA SERENATA, PARDIEZ! ¡ESO ES LO QUE NECESITA EL CLUB DE LECTURA DE SEÑORITAS ALMAGRISTAS!
Cual roedor o infante hamelinista sometido a la exquisita férula de una cadencia, esta vez guitarril, no hay acolchonable jovencita que no sucumba al mental yugo de saberse galanteada en medio de un despiporre de seis cuerdas andaluzas ¡Olé!
¡Ah! Amorave, este servidor y mi compadre Benedicto, curtidos ya en asaltos uterinos, una vez más entonaremos:
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Y bueno, a duras penas conseguí desentumecerme y erguirme, para luego, oscilante, poder alcanzar la puerta de salida donde unos metros más allá el hermoso Amorave respondía alegre a los mimos de tres desconocidos embozados.“¿Quiénes son ustedes, caballeros?” pregunté grave acercando cautelosamente mi diestra al florete.
“Tranquilícese señor, y guarde su estoque, que ya hay suficiente frío esta noche como para nutrir la gelidez con aceros y sangre derramada…” respondió uno de los enmascarados.
“Permítanos presentarnos” añadió otro “mi nombre es Mr. Jueves y mis acompañantes responden a los apelativos de Ño Carnavalón y El Patriarca del Santuario…deseamos hablar con usted un momento…y hacerle una oferta que no podrá rechazar…”
Al unísono y conteniendo una que otra risa, aquellos extraños empezaron a silbar la melodía del film El Padrino.
Envainé mi sable. No pude evitar sonreir.
“Esto puede ser el inicio de una bella amistad…” pensé, tratando también de asumir cierto espíritu cinéfilo…
por q no siguen las kronicas del nazka
ResponderEliminarque paso con el ss?
hablen pez
Ahora voy a dar a conocer las iniciales de los responsables de este blog:
ResponderEliminarA.A.
J.G.
L.M.A.M
L.E.C
L.J.C.
X.P.
...
La lista continuará con nombres completos, si no se cierra este blog.
C.F.
J.H.
ResponderEliminarC.C.
...